martes, 12 de diciembre de 2017

Los terrores nocturnos

   En esta ocasión queremos compartir con vosotros un artículo que hemos encontrado por la web y que nos ha resultado interesante para compartir con vosotros sobre los terrores nocturnos.

   Los terrores nocturnos se engloban dentro de los Trastornos del Sueño y concretamente en el grupo de las Parasomnias.
   Se denominan Parasomnias a aquellos trastornos del sueño caracterizados por acontecimientos o conductas anormales asociadas al sueño, a sus fases específicas o a los momentos de transición sueño-vigilia.
  Normalmente no constituyen trastornos importantes pero sí pueden ser objetos de asesoramiento o intervención psicológica por los efectos secundarios que pueden producir en el niño (miedo a dormirse, a la noche, a conciliar el sueño solo, irritabilidad, ansiedad,…etc.).
Veamos un ejemplo:
Laura se despierta a las pocas horas de acostarse. Se incorpora en la cama gritando y llorando de forma alarmante. La respiración es agitada, el pulso acelerado y está desorientada. Su cuerpo refleja pavor y sus movimientos, bruscos y violento, lo corroboran. Sus ojos, abiertos y con las pupilas dilatadas, miran pero no parecen fijarse en nada concreto y, si en algún momento mira a sus padres, más pareciera que mirase a través de ellos que a ellos directamente. De hecho, no reconoce a nadie. Al cabo de un rato (normalmente entre 10 y 20 minutos) se queda dormida o se despierta completamente. En ningún caso se acuerda de lo que ha sucedido.
Qué son los terrores nocturnos
    Durante una noche típica, el sueño pasa por una serie de fases. Cada una de ellas se asocia a una actividad cerebral particular, y la fase de movimientos oculares rápidos (MOR o REM en inglés) es cuando tienen lugar la mayoría de los sueños.
  Los terrores nocturnos ocurren durante el sueño no REM. A diferencia de las pesadillas (que ocurren durante el sueño REM), un terror nocturno no es un sueño desde el punto de vista técnico, sino más probablemente una súbita reacción de miedo que tiene lugar durante la transición de una fase de sueño a otra.
  Los terrores nocturnos suelen ocurrir de dos a tres horas después de que el niño concilie el sueño, cuando tiene lugar la transición desde la fase de sueño más profunda no REM a la más superficial de sueño REM, la etapa en que se producen los sueños. Por lo general, esta transición sucede con suavidad. Pero en ocasiones el niño se agita y se asusta, y esa reacción de miedo es el terror nocturno.
   Durante un terror nocturno, un niño puede incorporarse y sentarse en la cama súbitamente y ponerse a chillar o gritar como si estuviera sumamente angustiado. La respiración y el ritmo cardíaco se le pueden acelerar, puede empezar a sudar, a agitarse y a comportarse como si estuviera sumamente alterado y asustado. Al cabo de unos minutos o algo más, el niño se calma y se vuelve a dormir plácidamente.
   A diferencia de las pesadillas, que se suelen recordar, al día siguiente los niños no tienen ningún recuerdo del terror nocturno porque estaban dormidos mientras ocurrió y no tienen imágenes mentales que evocar.


Causas e incidencia
   Los terrores nocturnos están provocados por una hiperactivación del sistema nervioso central (SNC) durante el sueño. Esto puede ocurrir por el SNC (que regula la actividad cerebral durante el sueño y la vigilia) todavía esté madurando. Algunos niños heredan una tendencia a esta hiperactivación; aproximadamente el 80% de los niños que tienen terrores nocturnos tienen familiares que también los experimentaron o bien que sufrió sonambulismo (un tipo similar de trastorno del sueño) durante la infancia.
Los terrores nocturnos se han descrito en niños que:
–          estaban muy cansados, enfermos, estresados o fatigados,
–          estaban tomando un medicamento nuevo,
–          dormían en un entorno nuevo o lejos de su casa.
     Este trastorno, aunque puede empezar a partir de los 6-7 meses (momento en que los niños completan la adquisición de todas las fases del sueño), suele ser más frecuente entre los 2 y 5 años, y es prácticamente desconocido después de la adolescencia. Los terrores nocturnos son relativamente poco frecuentes, solamente afectan a entre el 3 y el 6% de los niños, siendo un poco más frecuentes en los niños que en las niñas.
   Los niños con terrores nocturnos no presentan una mayor incidencia de trastornos mentales o psicopatológicos que la población general. La tensión emocional y la fatiga pueden incrementar la aparición de estos episodios, también hechos traumáticos recientes (hospitalizaciones, separaciones, muerte de un ser querido,..etc.) son factores de riesgo que pueden desencadenar y mantener los episodios. No debemos minimizar la influencia de factores externos o ambientales como el estrés, cuya presencia se asocia de forma muy evidente con algunos de estos episodios.
Diferencias entre Pesadillas y Terrores Nocturnos
  Las pesadillas también se engloban dentro de los Trastornos del Sueño, concretamente, de las llamadas Parasomnias. Veamos las diferencias entre ambos trastornos.
PESADILLAS
TERRORES NOCTURNOS
  • Normalmente el niño se despierta durante el episodio y recuerda el contenido del sueño.
  • Los contenidos del sueño recordado son muy elaborados.
  • Durante los episodios no suelen aparecer movimientos ni vocalizaciones ya que no existe tono muscular.
  • Al despertarse: sensación de miedo y ansiedad asociada al recuerdo de las imágenes oníricas.
  • Aparecen en la fase de sueño REM.
  • Suelen darse en la segunda mitad de la noche.
  • Inicio entre los 3 y 6 años.
  • Suelen remitir a medida que el niño se hace mayor.
  • A pesar de que puede incorporarse de la cama, llorar o gritar, resulta muy difícil despertarle. No recordará nada.
  • Contenidos inexistentes o muy vagos del episodio.
  • Pueden aparecer verbalizaciones y/o vocalizaciones por la presencia de tono muscular.
  • Se experimenta una intensa ansiedad con gran activación autonómica.
  • Aparecen en el sueño NO REM.
  • Se dan en la primera mitad de la noche.
  • Inicio entre los 4 y 12 años.
  • Suelen desaparecer con el tiempo y normalmente no precisan tratamiento farmacológico.
Cómo reaccionar ante un terror nocturno
   Los terrores nocturnos pueden alarmar bastante a los padres, que suelen sentirse impotentes al no poder consolar a sus hijos. La mejor forma de reaccionar ante un terror nocturno es esperar pacientemente a que pase y asegurarse de que el niño no se hace daño al agitarse. Generalmente los niños se tranquilizan y vuelven a la placidez del sueño al cabo de pocos minutos. Veamos algunos consejos:
  • Prevención: es lo mejor. Intentar que los niños se acuesten descansados y tranquilos es una forma de evitar estos episodios en gran parte, aunque no todos, porque hasta los 5-6 años el sueño es más profundo en los niños y son más propensos a padecer estas Parasomnias. Es posible que los niños más pequeños necesiten dormir una siesta diariamente.
  • Permanecer junto a él de forma discreta: con ello evitaremos que se haga daño y que si se despierta no está tan confuso ya que la presencia de los padres le tranquilizará. La mayoría no admiten el contacto físico y, si lo intenta coger, es posible que lo rechace y empuje.
  • No intentemos despertarle: pues seguramente no lo conseguiremos y, si lo conseguimos, lo único que lograremos será romper su ciclo de sueño y en algún caso asustarle: recordemos que él no sabe lo que está pasando. El niño no recordará nada si no le despierta y que al cabo de diez minutos más o menos volverá a quedarse dormido, como si nada hubiera pasado.
  • En niños mayores, puede que se den cuenta de que algo está pasando, bien porque se acaban despertando al final de los episodios, bien porque los padres les suelen preguntar durante el día: ¿te acuerdas de que anoche gritabas? o ¿por qué anoche llorabas y pataleabas? En primer lugar intente no preguntar, ya que seguramente nunca le podrán responder porque no se acuerdan de nada, y en segundo lugar porque puede crearle la idea de que algo raro le sucede mientras duerme y entrarle angustia. Si se da cuenta de que sabe que algo le pasa por la noche explíqueselo con naturalidad: que es un fenómeno sin importancia que sucede mientras dormimos, como si fuera un calambre o una sacudida; que él no tiene la culpa y que pasará.
  • Valorar la conducta del niño durante la vigilia: si existen problemas en la escuela  u otro ámbito que puedan estar influyendo en el mismo. De confirmarse la existencia de factores externos, debería actuarse sobre ellos a fin de solucionar el problema.
Posibles tratamientos
Casi todas las alteraciones infantiles en estas fases profundas del sueño suelen desaparecer con la edad, es verdad, pero eso no quiere decir que no podamos hacer nada.
  • Psicoterapia: la psicoterapia suele centrarse en disminuir los factores estresantes que pueden estar en la base del problema, entrenamiento en técnicas de relajación y respiración profunda, enseñando al niño a afronta los niveles de ansiedad que experimenta. En niños mayores se ha observado que el entrenamiento autógeno reduce de manera eficaz los terrores nocturnos persistentes.
  • Técnica Despertares Programados: se trata de hacer un registro durante varios días para saber, más o menos, en qué momentos de la noche suele aparecer alguna de estas Parasomnias. Cuando ya lo sabemos (por ejemplo, dos horas después de acostarse), se trata de despertarlo unos quince minutos antes para evitarle ese problema, permanecer despierto unos 4 o 5 minutos e intentar que luego se duerma lo más rápido posible para no desvelarlo mucho.
  • Fármacos: por lo general, no se recomiendan medicamentos para tratar este trastorno. Consultar con médico especialista.

Bibliografía
“Dormir sin lágrimas.” Rosa Mª Jové Montanyola. Editorial: La esfera de los libros.
“Trastornos del sueño.” Gualberto Buela-Casal y Ana Isabel Sánchez. Editorial: Síntesis.


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